Hoy en día etiquetamos a cualquier persona que hace dos o tres días de ejercicio físico como una persona deportista. Eres deportista si sales a correr, haces pesas en el gimnasio, montas en bicicleta o realizas una de las múltiples actividades que ofrece hoy en día el mundo del fitness.
No concebimos a una persona sana y saludable si no practica lo que nuestra cultura entiende por “deporte” o “actividad física”, pero, ¿te has parado a pensar como nuestros ancestros conseguían estar “en forma”?
Si descomponemos cualquier actividad deportiva a su más simple expresión, no deja de ser un conjunto de movimientos ejecutados de una determinada forma, con una cierta intensidad y durante un determinado tiempo… no es más que un estímulo a nuestros músculos.
¿Crees realmente que hay mucha diferencia entre levantar unas pesas en un gimnasio o unos ladrillos construyendo una casa?
La necesidad de hacer deporte para estar saludable hoy en día en nuestra sociedad se debe principalmente a la ausencia de esos estímulos físicos en nuestras tareas cotidianas. Poca gente va ya a trabajar andando, tiene que subir escaleras, cargar con cosas pesadas, agacharse repetidamente, tirar, empujar, arrastrar… rara vez realizamos estos gestos en nuestras actividades diarias, y si por cualquier motivo tenemos que hacerlo, siempre tenemos una alternativa que nos ahorre ese esfuerzo.
La mejor actividad física, una vida activa
Todo el mundo sueña con encontrar esa actividad deportiva lo más completa posible, algo que de una manera fácil, rápida y sencilla nos mantenga en forma, pero no hay ninguna fórmula mágica y toda recompensa requiere de un esfuerzo… pero quizás no sea tan difícil como te imaginas.
Básicamente para que nuestra actividad física sea completa tiene que incluir una parte aeróbica, una parte de movilidad y otra de fuerza, no se puede entender una parte sin la otra, y ahora, ¿cómo integro esto en mi rutina diaria? Haciendo pequeños cambios podemos hacer de nuestra vida nuestro propio gimnasio.
No hay mejor ejercicio aeróbico que caminar con energía, oblígate con gestos tan simples como no pensar en el coche para realizar cualquier desplazamiento, bájate una parada de metro antes y camina el resto, evita coger el ascensor o escaleras mecánicas siempre que sea posible…
La movilidad solo se trabajar con movimiento, evita mantener posturas durante mucho tiempo, sobre todo estar sentado, no pierdas oportunidad de mover tus muñecas, brazos, cabeza, pelvis, tobillos… puedes hacerlo mientras ves la televisión, esperas el autobús o incluso trabajando, como ya comentábamos en este otro artículo… incomódate y evoluciona.
Puedes trabajar tu fuerza con algo tan sencillo como cargar con la compra (reparte el peso en ambos brazos), poniéndote de puntillas y aguantando esa posición unos segundos, haciendo una sentadilla cada vez que tengas que agacharte (además cuidarás tu espalda), limpiar tu casa, tu jardín, cortar el césped, elige los caminos con más cuestas…
Y por supuesto, aprovecha cada ocasión para realizar el deporte o la actividad física que más te guste… nadar, correr, montar en bicicleta, jugar al tenis, al futbol o al baloncesto, todo suma.
En resumen, añade movimiento a tu vida, no pienses que puedes compensar una hora de ejercicio con 10 de sedentarismo, aprovecha cada ocasión para moverte, para ejercitar tu cuerpo, crea rutinas para que el ejercicio sea algo inherente en tu vida.
Invierte bien tu tiempo
Hoy en día, no hay bien más preciado en nuestra sociedad que el tiempo, y por eso, si buscas una actividad que reporte los mayores beneficios posibles a tu salud, el Pilates es una de las mejores opciones.
Es el complemento perfecto para incorporar movimiento consciente y de calidad a tu cuerpo, además de fuerza, coordinación, flexibilidad…
Ya camines, corras, nades o montes en bicicleta, tu cuerpo necesita complementar con una actividad que te haga mover con eficiencia y que ayude a tu cuerpo a encontrar un desarrollo y equilibrio muscular.
Tu tiempo es valioso y el Pilates aporta valor a tu vida.