Tradicionalmente las lesiones han sido tratados con un protocolo clásico: descanso, hielo, compresión y elevación, pero se ha demostrado que este tipo de enfoque pasivo es solamente válido para calmar los síntomas agudos.
El camino para el tratamiento de muchas lesiones debe ser todo menos pasivo y aunque el mito de que el reposo es el mejor enfoque sigue muy arraigado en nuestra sociedad, la evidencia médica y científica están ya empezando a apoyar lo contrario.
El reposo no ayuda
Se ha estimado que el reposo en cama produce una pérdida de la fuerza muscular de un 10% semanal y este porcentaje puede aumentar a un 20% o más si la inmovilización es total. El organismo está enfocado hacia la supervivencia por lo que el ahorro energético es uno de sus principales objetivos. Dado que el músculo es un tejido energéticamente caro de mantener, su falta de uso será entendido por nuestro organismo como una señal de que no es necesario, por lo que se desentenderá de él rápidamente.
Incluso después de una lesión, la inmovilización prolongada es un factor que afecta negativamente en la correcta recuperación de los tejidos. Por ejemplo, puede producir alteraciones en el tejido cicatricial (fibrosis, adherencias…) y una menor resistencia y tolerancia de los tejidos lesionados. Por el contrario, ha sido ampliamente demostrado que, durante las diferentes fases de recuperación, el movimiento adecuado afecta positivamente a los tejidos lesionados.
Por lo tanto, como norma general, no es recomendable el reposo, exceptuando aquellos momentos en los que la intensidad del dolor es muy severa. En este caso el periodo de reposo debe tener la mínima duración posible y realizarse de forma intermitente en vez de continua.
Tras un periodo máximo de 2-3 días se recomienda retomar las actividades habituales ya que los diferentes estudios no observan mayores mejorías en periodos de tiempo más prolongados. Es importante aclarar que esta recomendación de breve reposo se prescribe para aliviar el dolor y no como tratamiento en sí mismo.
El Pilates puede ser tu mejor aliado
Asegurémonos de que no hay nada grave que limite el movimiento (rotura fibrilar, ósea, patología grave) y movamos todo lo que podamos la zona alrededor de la lesión o el dolor.
Recuerda que el Pilates se basa en el movimiento y fortalecimiento de la musculatura, además de la relajación y estiramiento de aquellos músculos acortados o contracturados. La combinación de estos elementos consigue que el dolor vaya desapareciendo progresivamente.
Movernos no sólo mejora la curación, sino que reduce la intensidad del dolor.
La clave está en aplicar la carga adecuada en el lugar adecuado para crear la respuesta adaptativa que estimule el tejido dañado.
Contracturas, fascitis, tendinitis, dolores de espalda… recuerda que debemos seguir moviéndonos, tenemos que seguir usando nuestro cuerpo en su totalidad mientras “rehabilitamos” esa parte de nuestro cuerpo lesionada.
Movilízate contra el dolor.